miércoles, 31 de octubre de 2007

LEYENDAS URBANAS



HOMBRE DE LA BOLSA

El hombre de la bolsa es utilizado para infundir miedo en los niños, se lo describe como un hombre maduro, de estatura normal vistiendo ropas gastadas de color oscuro, muy encorvado, que lleva una gran bolsa de arpillera colgando a la espalda.
En Argentina y Uruguay de lo llama así, pero en España es conocido como el Hombre del Saco, en México se lo denomina el Viejo del Costal y en las zonas fronterizas con EEUU se lo conoce como Sacoman.
Se dice que su origen puede venir de los mendigos o pordioseros. Estos seres oscuros actúan solamente de noche, robándose los niños a quienes se los lleva arrastrándolos fuertemente de sus ropas, es así que es utilizado por las madres como amenaza si los niños no quieren dormirse o se niegan a comer, desobedecen las órdenes de los mayores, exploran lugares marcados como prohibidos, o andan fuera de casa a deshora (especialmente después de medianoche). Las acciones más temidas por parte del Cuco u Hombre de la bolsa son dos: devorar al niño travieso (te comerá...) o llevárselo a un lugar muy lejano, del que no volverá (te llevará).Tiene un papel muy importante en las canciones de cuna (nanas). Cuya versión más conocida es:Duérmete niño, duérmete ya, que viene el cuco y te comerá.
LA VIUDA
Dice la leyenda que es el alma de una señora que murió al enterarse de que su marido le era infiel y firmó un contrato con el diablo para vivir eternamente y poder vengarse.
Se dice que sale por las noches y sube a las ancas de los caballos de los hombres que vuelven a sus casas.
La única manera de combatirla es con un crucifijo o un rosario, tratando de no temerle. En la zona de los Valles Calchaquíes se dieron muchos casos de paisanos que regresaban a sus casas y fueron aterrorizados por la viuda.


PACHAMAMA, EL CASTIGO DE LA TIERRA

Se cuenta que Don Hilario y su hijo solían cazar guanacos, vicuñas y llamas; por lo general mataban más animales de los que necesitaban, aunque vendían en el pueblo los animales que les sobraban. Era sabido que la Pachamama, Madre tierra, no permitía que cacen sus animales por deporte, y menos que maten a las madres de las manadas. Don Hilario, no hacía caso de esto, y seguía cazando todos los días, pero una mañana la Pachamama les dio un aviso, haciendo retumbar la tierra y produciendo derrumbes en los cerros; padre e hijo intentaron cubrirse en una saliente pero la mula se empacó y forcejeando se fue acercando al abismo hasta vencer las fuerzas de don Hilario y cayendo al abismo. De está manera la Pachamama se cobró la injusticia que cometía don Hilario.
Segundo después de terminado el temblor se volvía al silencio, los viajeros, asustados, contemplaban la mula en el fondo del precipicio, asustados corrieron a hacerle una ofrenda a la Madre tierra, para calmar su enojo. Enterraron cosas que llevaban, como ginebra, coca y un cigarrillo, le hablaron en voz baja, con mucho respeto, pidiendo perdón, buenas cosechas y muchos animales.
Don Hilario pidió permiso para seguir cazando. La gente del pueblo también oró a la Pachamama y hasta le sacrificó una llama en su honor. Don Hilario, convencido de tener permiso para seguir cazando, se internó en los cerros, pero no lo siguieron ni su hijo ni la gente del pueblo. Luego de la cacería, Hilario retornó a su rancho y no encontró a su hijo, que había salido a juntar las cabras. Preguntó a los vecinos, pero nada sabian, Lo buscaron hasta entrada la tarde, interrumpiendo la búsqueda al caer la noche.
Rastrearon las huellas del muchacho por uno y otro lado, pero fue inútil. Sólo al caer la tarde hallaron las cabras, lejos del caserío. Pasaron varios días y semanas y hasta el mismo Hilario dejó de buscar a su hijo.
Una madrugada, unos arrieros que bajaban al pueblo, vieron de lejos al hijo de don Hilario, que cabalgaba sobre un guanaco guiando a la manada, parecía un fantasma, iba vestido con pieles, y desapareció en la neblina del monte junto con los animales.
La Madre tierra volvió a cobrarse una deuda, llevándose al único hijo que don Hilario tenía, a cambio de los animales que él había matado innecesariamente.
Los arrieros contaron lo visto a don Hilario, quien comenzó a realizar ofrendas a la Pachamama, quien no le otorgó buenas cosechas, pero le oró tanto y con tanto sentimiento y arrepentimiento, que al cabo de unos años don Hilario se vio bendecido con otro hijo, a quien enseñó el respeto por los animales y la tierra.